EL
LOCK-OUT INTERNACIONAL
TODO
EL TIEMPO DEL MUNDO
Hay
alguna diferencia entre el trabajo manual, intelectual y un
reglamento dogmático que se nota en el desarrollo de las tareas
prácticas. El reglamento puede recoger una serie de tareas de la
extensa gama que abarca la producción, pero difícilmente quienes
hacen los reglamentos se aperciban de un dato determinante que es la
velocidad con la que muda la estructura económica de la sociedad,
aproximadamente, según cálculos de mi cosecha, cada treinta años
se producen cambios que afectan, bien a la maquinaria, bien a los
procedimientos, bien a los objetivos o a un combinado de todos ellos.
La consecuencia de ese cambio inapreciable de la estructura económica
se traduce en que la producción necesita una menor dependencia de
la fuerza de trabajo —¿será
necesario mencionar la inteligencia artificial?—.
Una misma tarea, en el proceso productivo treinta años después la
realizan menos personas y con más eficiencia.
La
productividad del trabajo se sustenta en una serie de procedimientos
que nunca recogen los reglamentos, pues el trabajador, y no me
refiero al de un ramo de la producción determinado, me refiero al
trabajador, de forma genérica, toma decisiones que van más allá de
sus competencias y que normalmente no se cuestionan hasta que algo
sale mal. Entonces se le reprocha o castiga y se le espeta, “no se
le paga para que piense,” limítese a cumplir. Nunca se revisan los
reglamentos (estos son una parte cristalizada de la
superestructura), por eso el trabajo a reglamento es tan demoledor
para los beneficios. Este proceder de la sociedad en su conjunto es
lo que crea la riqueza, es decir, esa constante renovación
inapreciable y tapada es el motor de progreso que luego, los
que manejan las válvulas –bancos– que permite circular los
beneficios, es decir, el dinero generado por el conjunto,
distribuyéndolo de tal manera que para los más, gotea y para los
menos cae como un torrente desapareciendo en los paraísos fiscales.
Cuando
a finales de los sesenta (del siglo pasado, entonces era trabajador
activo, no un jubilata), llegaba de un avión al hangar, un nutrido
grupo de trabajadores se afanaba en el mantenimiento de la máquina,
en un proceso que consumía un lapso de tiempo más bien extenso.
Treinta años más tarde, el mismo proceso lo desempeñaban dos o
tres personas en menos tiempo. Había un compañero que siempre decía
de buen humor — Estos cabrones tienen todo el tiempo del mundo para
que no levantemos cabeza.
Han
tenido todo el tiempo del mundo para pergeñar un plan comenzando por
elaborar un calculado modo para deshacerse del excedente humano que
les sobra y que el reparto sea mayor. Les ha bastado doce años para
iniciar el conteo mortal. Desde que estalló la crisis
económica de 2008, todos los expertos sabían que
habría otra. Que ya se estaba gestando la próxima, esta,
la actual. Esta, que es ignorada como si fuera a
suceder tras la pandemía, cuando, siguiendo el aserto
del señor Toussaint
“todos los elementos de una nueva crisis financiera ya estaban
reunidos desde hace varios años, y que el coronavirus fue la chispa
o el detonador de la crisis bursátil y no la causa”
y si lo sabían los expertos lo sabían los dueños que les dan
empleo en las universidades, en las corporaciones, en los gobiernos.
Lo
sabían porque los estudiosos del sistema saben que el modo de operar
de la economía financiera esta basado en la creación de capital
ficticio, vulgarmente expresado como especulación y que ese tipo de
funcionamiento remotamente conectado a la producción (el autor dice
sin relación con la producción) tiene que recurrir a la
destrucción de una parte de ese capital ficticio porque “eso forma
parte del funcionamiento normal del sistema capitalista” y que
dadas las interconexiones de las finanzas y la producción —y esto
es una apreciación personal— se tendría que haber producido antes
puesto que si en 1929 se produjo el crack bursatil y en 1939
comenzaba la destrucción del capital real, no especulativo, mediante
el comienzo de la segunda guerra mundial, a la crisis de 2008 tendría
que haberle sucedido otras casi de inmediato, y si no fue así se
debió a las flexibles relaciones internacionales, a los múltiples
lazos que conectan la estructura del capitalismo y a la necesidad
de preservar el tejido productivo, y se hizo inyectando dinero a
los bancos mientras se elaboraba el plan de choque que cubriría la
crisis económica con una maniobra de distracción. Es decir, se
esperó hasta que fue posible disponer del arma de destrucción
masiva adecuada e invisible.
Que
ya había una crisis económica lo explica Toussaint en los artículos
que he hecho referencia y que los lectores pueden leer en cadtm
“Un primer gran crash bursátil tuvo lugar en diciembre de
2018 en Wall Street. Bajo la presión de un puñado de
grandes bancos privados y de la Administración de Donald Trump,
la Reserva Federal de Estados Unidos había vuelto a bajar
los tipos de interés y eso fue aplaudido por algunas
grandes compañías privadas que dominan los mercados financieros.”
… y que todos los expertos en economía pueden corroborar o
refutar porque son datos comprobables (estaría muy bien que
los economistas que aparecen en los medios se pronunciaran al
respecto en vez de apoyar la especie “de cuando acabe la
pandemia”), y esto lo digo
porque bajo la destrucción de empleo que se oculta en el
confinamiento se esconde
un cierre patronal,
un lock-out internacional.
CONJETURAR
ES NECESARIO PARA NO PERDER LA RAZÓN...
Este
virus no es democrático.
Es lo primero que quiero desmentir ante la peste de tanto botifler
queriendo igualar a los pobres y los ricos. No es lo mismo tener 110
metros cuadrados para pasar un confinamiento personal, que 60 metros
cuadrados para cuatro personas. Ni es lo mismo hacerse unos largos
en
la piscina del chalet que tener que mirar la garrafa y pensar —voy
a tener que ir a por agua. Es decir, hay un afán de querer demostrar
que el virus nos afecta a todos por igual, algo que todos los tienen
un mínimo de sensibilidad comprenden que no es así, pero que los
portavox-ces del sistema andan empeñados en hacernos creer que sí.
Por
los pronto me reafirmo en mi suposición de una conspiración contra
la humanidad porque el capital financiero sabe que el modo de
producción está agotado y tiene que preparar una alternativa libre
de la presión social y política generada por una sociedad sana,
preparada y pujante y por tanto, las crisis que se sucederán
no podían caer en medio de una población sana, conectada y
conocedora de la propia situación de penuria en medio del lujo
insultante de los que se aprovechan de las riquezas generadas por el
conjunto humano. Había que atacar al enemigo y había que buscar el
medio sutil para no levantar sospechas.
Mi
conjetura es que los sucesivos coronavirus que se dieron en 2002
(sars), 2012 (mers), 2019 (covid19) forman parte de un plan para
diezmar a la población comenzando por aquellas que los diseñadores
de tan tenebroso complot consideraran más problemáticas, y que
estamos viendo en España, Italia, Francia, Irán, África y USA (los
multimillonarios deben andar muy asustados por la pobreza circundante
a unos minutos de sus mansiones), y por tanto, había que inventar
algo, y se hizo. Si ha sido así, llevarlo a cabo no habrá sido nada
complicado, solo ha hecho falta mucha maldad, mucha codicia, mucha
arrogancia. Una guerra es igual, ¿por que esto sería peor?
Por lo menos esta mortandad nos hermana con otros pueblos, no creo
que un negro sufra menos que un chino, un español, un yanki o un
italiano. A todos nos debería hacernos pensar que mundo queremos.
...AUNQUE
SE PUEDA PERDER LA VIDA
Esto
es una conjetura, que inquietará a futuros historiadores, pero que
hoy es indemostrable. Lo que es seguro, es que los amos del mundo no
están, ni estarán cruzados de brazos, pagando a unos tanques
pensantes —thinktank— esperando la venida del mesías. Tomarán
todas las medidas habidas y por haber, para seguir siendo los amos
del mundo, y creo que con esto colaboro a minar la credibilidad de
todos los palmeros que no se cansan de echar flores al capitalismo.
jmrmesas
cinco
de abril de dos mil veinte
Este
apunte no gusta al capitalismo. No hagas piña con él y pásalo.
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