IZQUIERDA
LA COMPLICIDAD FORZADA
Absorbida
por el vértigo de la campaña del 21D, la izquierda se deja
arrastrar por el triunfo de la ideología patriotera de las
elecciones catalanas y la ideología pequeñoburguesa centra la
política sin disimulo mientras la gente normal y corriente las pasa
muy mal, porque los problemas que la atenazan no tienen solución sin
centrar el objetivo en el funcionamiento del sistema. Solo es
necesario mirar hacia afuera, contemplar el panorama internacional
para darse cuenta del tiempo gastado en un problema, la independencia
nacionalista, que es pura ficción, pero como toda ficción hay que
presentarla como algo que parezca real.
La
estructura económica del mundo ha ganado predominio internacional y
no es la nación, el Estado nacional, el marco en el que se decide el
dominio de la escena política sino que este dominio requiere de un
ámbito mas amplio. Ese marco más amplio, que ya no es el Estado
nacional, sino el mercado, que el capital financiero ha
estructurado a base de instituciones comerciales, financieras,
productivas, sociales de amplio espectro para que asuma una suerte
de estado encubierto que combina investigación, cultura,
tendencias, pero que carece, intencionadamente, de un marco
legal, político, que ataría las manos de la burguesía, quedando
los aspectos políticos
disponibles para los gobiernos nacionales, se convierte en un
callejón sin salida para la izquierda, que se ve obligada a la
colaboración institucional porque han perdido la perspectiva de
servir, ser útiles a la clase trabajadora, al pueblo trabajador
porque cada decisión tomada, cada ley, duramente conseguida choca
contra las estructuras del sistema — las superestructuras jurídicas
y políticas (relaciones de propiedad) — que la izquierda no se
atreve a mencionar, convirtiéndose, a su pesar, en
cómplices del sistema
porque la falta de
reflexión teórica les ciega la perspectiva de ruptura,
y la consecuencia a la que se pliegan, el marco electoral, les depara
un imparable retroceso, porque las únicas alternativas, las únicas
propuestas son las trilladas entre la pequeña burguesía y las del
capital financiero: nacionalismo pequeño burgués de los puigdemont
de las naciones internas o las provocaciones trumpianas
mientras se perfila la próxima debacle económica, que les cogerá
desprevenidos porque no pueden mirarlas de frente y comprender que no
son reformables sino que han de ser rotas y cambiadas: la economía
al servicio de la sociedad y no la sociedad al servicio del mercado.
Esta apreciación mía es posible que sea discutible pero puede ser
comprobable, a poco que se medite.
Los
problemas de la gente real que no puede acogerse a la ley de segunda
oportunidad
,como un ejemplo de lo dicho, es sencillamente porque hay que tener
cogido al pueblo trabajador por el pescuezo para que no pueda
respirar; cualquier problema de tipo legal tropieza y tropezará con
la imposición de los banqueros que quieren, a toda costa, mantener
esas deudas, causadas por sus expolios consentidos, porque el Estado
es su Estado, el gobierno, su gobierno y sus deudas,
nuestras deudas. Si los miles de familias pudiesen acogerse a
la ley, el problema lo tendría el sistema, porque esa ley
podría ser una solución en una situación de normalidad y bonanza,
pero cuando el sistema está a punto de reventar es una
contradicción en los términos.
Pero
no quedan ahí los problemas. Los hogares que no tienen calefacción,
y en no pocos casos, ni siquiera alumbrado eléctrico, son idénticos,
de la misma naturaleza de las familias sin posibilidad de acogerse a
los remedios legales para capear el temporal de una economía
diseñada para satisfacer el enriquecimiento de una minoría, a
cualquier precio, que tiene en la especulación, en la economía
ficticia la motivación para pasar de lo real a lo virtual y por
tanto, destinada a colapsar. Eso que se está dando en llamar pobreza
energética, cuya causa es el expolio del trabajador, obligado a
retornar a una esclavitud laboral porque con salarios
miserables es imposible siquiera, supervivir mal que bien, es la
consecuencia del sometimiento de los lideres sociales, a esos
preceptos intocables de una economía esquilmadora, que ni siquiera
los sindicatos obreros son capaces de enfrentar y liderar,
porque para enfrentar a los banqueros expropiadores y dirigir a los
obreros hay que tener claro que sin acabar con el robo del tiempo
de trabajo, hoy, cuando el
latrocinio es demostrado estadísticamente, es abiertamente
una traición a los trabajadores, a las familias sin recursos, a
los hogares fríos y sin luz. Los partidos de izquierda, los
sindicatos obreros están obligados, por los hechos, a comportarse
como cómplices del sistema, porque mientras el sistema requiere
cambios profundos, que no hará de buena ley, sino forzado por la
sociedad, el pie de lucha abierta por el poder.
El
sistema está en trance de colapsar porque el poder de Estados Unidos
está profundamente resentido. El siglo xx fue marcado por dos
acontecimientos, la revolución proletaria de 1917, que tras la
segunda guerra mundial, el capital financiero pudo ahogar
económicamente porque EEUU estructuró el mercado mundial — que
encubre una suerte de estado — y sobre todo, en esa tarea obtuvo el
sometimiento y la complicidad de la burguesía europea. Europa fue
indispensable para el dominio de Estados Unidos, en todo el
mundo, pero hoy, amplios sectores de la burguesía europea
empiezan a discrepar de los modos del socio estadounidense porque
vuelven la mirada a oriente, a Asia, y el socio estratégico ya no lo
es de la misma forma Estados Unidos, es China sobre todo, y Rusía
quienes se convierten, cada vez más en socios estratégicos a los
que hay que observar con detenimiento, por eso, Estados Unidos, que
no puede enfrentarse abiertamente requiere la forzar la situación en
la peninsula de Corea, mientras socava Oriente Medio, donde China y
Rusia tratan de estabilizar la región.
La
izquierda tendría que valorar esta situación porque la perspicacia
del socialdemócrata Martin
Schulz empieza a valorar proponer a los socios europeos
unos Estados Unidos de Europa capaces de dar valor a unas estructuras
europeas, hoy inútiles para enfrentar los problemas que se
barruntan.
jmrmesas
diez de diciembre de dos mil diecisiete
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