LA
RELACIÓN ENTRE LAS FUERZAS PRODUCTIVAS
Y
LA SUPERESTRUCTURA JURÍDICA Y POLÍTICA
DESDE
LA PERSPECTIVA DE MARX
Echo
una ojeada a una cronología del siglo xix que recoge los hitos
científicos en los cien años de ese siglo y se contabilizan 26
descubrimientos. Considerando la época, donde la prensa escrita y el
correo eran la forma predominante de la transmisión del
conocimiento, y que el conocimiento científico era patrimonio
exclusivo de los investigadores y sus más próximos ayudantes, así
como que las fuerzas productivas estaban en un gran porcentaje
compuestas por la fuerza de trabajo y la tracción animal porque
hasta bien entrado el siglo, la tracción a vapor y el telégrafo no
empezaron a tener significación, se puede entender que la estructura
económica de la sociedad, fuera de una relativa estabilidad y
que las leyes, las costumbres pareciesen que habían estado ahí
desde siempre.
Y
sin embargo el siglo xix fue un periodo histórico de grandes
agitaciones políticas y sociales en las que se formaron los Estados
modernos de naciones como Alemania, e Italia, y donde la clase obrera
empezó a organizarse. Los veintiséis descubrimientos, no fueron
cualquier cosa, sino que fueron los elementos, las bases del
conocimiento que permitió el crecimiento acelerado de las ciencias
físicas que un siglo más tarde trastocó toda la estructura de la
sociedad, con una profundidad nunca antes observada.
Se
descubren las leyes que hacían manejable la electricidad, se
formulan las ecuaciones que fusionan la electricidad y el magnetismo;
se define la composición corpuscular de la materia poniendo las
bases de la teoría atómica descubriéndose la particularidad de la
doble manifestación de la luz como onda y partícula descubriéndose
los rayos X y el electrón. Se descubre la periodicidad de los
elementos y Mendeleiev los ordena en una tabla en la que deja huecos
para los elementos aún no descubiertos al tiempo que describe
algunas de las características que deberán poseer tales nuevos
elementos. G. Mendel descubre las leyes de la herencia genética y C.
Darwin hace pública su obra El origen de las especies, que le supuso
serios obstáculos personales.
Las
fuerzas productivas son la base material que soporta la estructura
económica de la sociedad, el conjunto de las relaciones de
producción que permite a los propietarios de los medios de
producción y de cambio, extraer la riqueza producida por el conjunto
social, y esto es fundamental entenderlo de este modo,
porque de lo contrario, se entiende al modo de los economistas, y el
juego de subidas y bajadas de tal o cual concepto, despista al pueblo
trabajador, diluyendo las contradicciones sociales, que
no hace otra cosa que empobrecer al conjunto, como demuestran los
informes sobre la distribución de la riqueza producida; durante el
siglo xix su pujanza aún podía contenerse en los límites del
Estado nacional, pero durante ese siglo se pusieron las bases, como
he apuntado más arriba, para su crecimiento posterior.
Durante
el siglo xix, los descubrimientos científicos, en los diferentes
ámbitos del las ciencias construyeron los cimientos y abonaron el
terreno, para un crecimiento, casi exponencial de las fuerzas
productivas durante el siglo xx, y de ahí hasta el momento presente,
su crecimiento no hace más que confirmarse.
Durante
el siglo xx el crecimiento de las fuerzas productivas
(incuestionablemente, ya la pujanza de las mismas no pueden ser
contenidas en los límites del Estado nacional, saltando fuera de los
estrechos límites que imponen las fronteras estatales, las cuales
pueden contener y limitar a las personas, pero no los procesos de
producción y de cambio que son las consecuencias medibles del poder
de las capacidades de la producción moderna y sus manifestaciones,
que no son otra cosa que los procesos económico-políticos ), podría
decirse que arroja una característica peculiar que no hace más que
tensar las contradicciones entre las clases porque la estructura
económica de la
sociedad, puede decirse, que se modifica cada
década, es decir, las
relaciones de producción empiezan a tener consecuencias terribles,
que no son solo las guerras, evidentemente dañinas, sino las
consecuencias que las modificaciones de los avances científicos
tienen sobre las mejoras de las máquinas y los procesos de
producción, liquidando la fuerza de trabajo, porque las fuerzas
productivas se automatizan y en ese proceso se destruye a la clase
obrera, minando su deteriorada capacidad de constituirse en
alternativa por la traición de las cúpulas políticas.
SUPERESTRUCTURA
JURÍDICA Y POLÍTICA
Durante
siglos los avances, en cualquier orden, eran tan poco notables que
los usos y costumbres sociales, base en los que descansaban los
códigos que recogían tales usos y costumbres dándoles formas de
ley, parecían ajustados a la realidad; como dictados por una
sabiduría superior, digamos que, fabulación mantenida por las
élites poderosas, dictados por Dios, nada menos, convertido en
legislador de tales códigos, tales leyes, habida cuenta de la
extensión de las creencias religiosas y de la estrecha alianza entre
entre la espada y la cruz en occidente, pero igualmente soportado, en
otros ámbitos culturales por la alianza de la fuerza y los credos.
Esas alianzas que daban estabilidad a la sociedad, haciéndolo
siempre (y así se mantiene), en favor de la clase dirigente, el
rey, los nobles terratenientes, y andando el tiempo, la burguesía,
el comerciante, el banquero.
¿Cual
es la importancia de la superestructura?
La
ciencia, en cualquiera de sus manifestaciones y disciplinas, como la
producción es la parte viva de la sociedad, es la transformación,
el movimiento, la diversidad y la concreción, es la dialéctica, el
proceso dialéctico vivo en la que una cosa se transforma en su
contrario, sintetizando los procesos. Por el contrario, la
superestructura jurídica y política es la sociedad cristalizada,
inmóvil, quieta, sin transformación y es en ella donde se recogen
los privilegios de los poderosos dándoles apariencia de ser
principios generales extensivos al conjunto social cuando no es más
que eso, apariencia vacía de contenido. Durante la antigüedad, solo
los nobles eran juzgados, y los protocolos garantizaban una justicia
solo aplicable a la nobleza, pero el pueblo llano, si delinquía era
castigado ipso facto, sin ninguna posibilidad de juicio o apelación.
Es
evidente que la superestructura ha ido experimentando
actualizaciones, pero el
proceso es tan lento que siempre va con mucho retraso, pero la
irrupción de las fuerzas productivas en el siglo xx (baste
recordar que en poco más de medio siglo el ser humano pasó de
construir el primer avión motorizado, que voló unos segundos –
1903 los hermanos Wright – a llegar a la Luna), prácticamente en
tromba, nunca mejor dicho, ha hecho de la superestructura jurídica y
política un lastre causante del enorme desfase, puesto que las
fuerzas productivas, plenamente globalizadas porque sus efectos,
empleelos, las fuerzas productivas cualquier país que las emplea,
sus efectos no pueden ser contenidos en unas fronteras, por ninguna
frontera, y ese desfase es cargado a la sociedad.
Esta
característica, silenciada por los partidos políticos, se convierte
en un asunto de Estado, con el que chalanean los gobernantes,
íntimamente convencidos de la inutilidad de sus negociaciones,
causando un perjuicio y un atraso social, y así, la riqueza generada
por la sociedad en su conjunto se vuelve contra ella porque las
fuerzas productivas no son controladas por la sociedad sino por
propietarios privados que no solo cargan el coste sino que se arrogan
decisiones que corresponderían al conjunto social, como habría de
suponerse, a través de los medios que habrían de establecerse para
decidir opciones que escapan del control estatal.
Es
la superestructura la que ha permitido ha la burguesía, en menos de
un siglo, acelerar el proceso de acumulación y concentración de la
riqueza generada socialmente, que se conocen a través de esos
informes – Oxfan – sobre el reparto de la riqueza, y que prevé
que el próximo año entrante, el uno por ciento de la humanidad
tenga más dinero que el noventa y nueve por ciento restante. Pero
hay más. El alcance y capacidad de las fuerzas productivas, en manos
de una selecta élite, en manos de los burgueses que forman el
complejo militar industrial, tiene una significación especial. La
sociedad, el pueblo trabajador, fuente de poder y legitimidad,
recogida por las constituciones de todos los países democráticos es
REHÉN de un grupo de burgueses que no solo expropian al genero
humano convirtiéndoles en sirvientes, sino que se arrogan poder de
vida y muerte sobre el conjunto del genero humano solo porque nadie
se atreve a cuestionar EL DERECHO DE PROPIEDAD DE UN PUÑADO DE
LISTILLOS que se amparan en leyes que tienen su origen en tiempos
muy, muy lejanos, donde el poder que provenía de Dios no
podía ser cuestionado, sopena de muerte.
Las
fuerzas productivas son una referencia constante en la obra de Marx
que los académicos marxianos silencian, quedando el marxismo
reducido a una interpretación de la economía, mientras permanecen
veladas las contradicciones sociales que revelan como la sociedad
crea la riqueza y a reglón seguido, esta es expropiada y disfrutada
por una minoría, sin que los partidos, abandonando cualquier intento
de teorización – demostración – impiden que el pueblo
trabajador tenga claro que las ciencias y la tecnología aplicada a
la producción y a los procesos de producción, en mano privadas es
un cepo, un dogal, grilletes que le encadenan y le convierten en
esclavo, porque los procesos de decisión se lo han apropiado un
grupito de riquísimos burgueses. El cúmulo de organizaciones
creadas tras la SGM actualizaron la superestructura internacional de
la burguesía hasta el punto de haber permitido a la burguesía, como
clase, aprovechar todo los medios para acumular y concentrar la
riqueza, en los términos que trato de demostrar, mientras que el
pueblo trabajador, la humanidad es ajena a ese fabuloso poder de
manipulación y control que tiene la burguesía, y así, gracias, o
mejor dicho, desgraciadamente, un trabajador, digamos, español, pero
podría ponerse, turco o alemán, podrá creer que la relación de su
burguesía con la de sus países vecinos, o incluso, allende los
océanos es la misma que la que el tiene con los trabajadores de sus
países vecinos, ninguna, cuando, evidentemente eso no es así, como
lo demuestran la sucesión de cumbres
y encuentros oficiales y oficosos.
La
inmovilidad de la superestructura jurídica y política y la falta de
lucha teórica (vale decir revolucionaria) que es lo que impide tomar
consciencia a la ciudadanía, al pueblo trabajador, no entendida la
consciencia como un sentimiento, sino como conocimiento de los
factores y los hechos que ciegan la perspectiva, permitiendo que los
efectos perversos de las fuerzas productivas, que son perversos
porque al estar fuera del control de la sociedad, sin que esta,
obviamente, tenga ningún poder, percibiendo tales efectos como
contaminación, o peligros inherentes a la alteración de los
procesos naturales – la modificación genética, sin control ni
garantía, o el expolio que significa obligar a pagar un canon a
agricultores, porque una transnacional a patentado la simiente, que
empleaban – es la consecuencia del sometimiento de la
socialdemocracia a los intereses de la burguesía, sirviendo de
ejemplo la presión de Felipe González, empujando para que el
partido socialista otorgue un margen de confianza a Rajoy, cuando a
pesar de toda la marrullería mediática oficial, la burguesía, no
ha podido hacer más que tablas,empate,
con la izquierda, por eso, o por esto, la lucha por elevar el poder
de la clase obrera hace necesario romper el marco del Estado
nacional, enmarcando la lucha en la perspectiva original: proletarios
de todos los países, uníos, por eso es necesario construir una
dirección internacional, porque mientras la burguesía actualizó
su superestructura internacional para luchar contra la ciudadanía,
percibida como el enemigo a batir, la clase obrera, el pueblo
trabajador, careciendo de dirección, no le queda sino hacer de
comparsa, carne de cañon, carne de terrorismo, porque sin teoría
revolucionaria no hay revolución, es decir, no hay luchas que vayan
a la raíz de los problemas.
La
superestructura burguesa, actualizada, en cierto modo, también
revela el fracaso de las instituciones legales destinadas a ser
árbitros imparciales
revelando su inoperancia, como es el caso de la ONU, por ejemplo,
cuando Iraq reclama a Turquía porque esta ha invadido su territorio
sin su autorización ni conocimiento y se ha de esperar que Estados
Unidos reconozca que, efectivamente, Turquía no tenia permiso para
hacerlo. Todo esto, y más ejemplos que un lector atento puede
descubrir, es lo que ampara una superestructura jurídica y política
que ha quedado anquilosada en el siglo xix, sencillamente porque las
fuerzas productivas, expresión de la sociedad viva y dinámica, que
salta las fronteras porque está en la dinámica del poder de la
ciencia, choca con una superestructura, expresión cristalizada, de
otra época, porque la clase destinada a ser alternativa que debe de
impulsar un nuevo modo de producción, no antagónico, carece de los
paladines capaces de reclamar para la sociedad, para la humanidad el
derecho a ser plenamente humanos, conscientes, libres, soberanos,
semejantes, iguales, por eso la tarea de nuestra época – aun no
estoy muerto, pero todo se andará – es construir la dirección
necesaria, construir la internacional que deberá alumbrar el futuro.
jmrmesas
veintidós
de diciembre de dos mil quince
No hay comentarios:
Publicar un comentario