RECUPERAR LA UTOPÍA
RECUPERAR LA UTOPÍA PARA CONSTRUIR LA
ALTERNATIVA
Me han parecido interesantes las
consideraciones de Boaventura de Sousa Santos acerca de la unidad de
la izquierda y el interregno, cuyo enlace dejo aquí
para los interesados en conocer lo que dice.
Empieza diciendo que tiene preferencias por las
cuestiones de fondo más que por la coyuntura y animado por esta
afirmación encuentro estos temas que me parecen merecedores de
alguna puntualización porque son justamente los que pueden echar luz
que desbrocen la confusión y puedan elevar a la clase obrera, cada
vez más mermada, de la terrible derrota que supuso, en los hechos,
el abandono de la lucha por el socialismo, con todos los fallos que
se le puedan atribuir a la lucha de casi doscientos años.
Intentaré responder los temas que me parecen
más relevante como los que él denomina el interregno, las agendas
explícitas e implícitas y el punto que considero menos elaborado,
la unidad de las izquierdas.
INTERREGNO Y AGENDAS
Ante todo el párrafo que transcribo, merece
alguna consideración porque no explicita que ese conjunto de teorías
y prácticas transformadores no se han evaporado como humo sino que
la debilidad actual se debe a la hostilidad de la clase capitalista,
de un lado, y a la dejación de la lucha teórica contra el
capitalismo, cuando no, a la traición de sus dirigentes: Izquierda
significa el conjunto de teorías y prácticas transformadoras que, a
lo largo de los últimos ciento cincuenta años, han resistido a la
expansión del capitalismo y al tipo de relaciones económicas,
sociales, políticas y culturales que genera, y que surgieron con la
convicción de que puede existir un futuro poscapitalista, una
sociedad alternativa, más justa por estar orientada a la
satisfacción de las necesidades reales de los pueblos, y más libre,
por estar centrada en la realización de las condiciones del efectivo
ejercicio de la libertad. Sin esta reflexión podría parecer que
la resistencia se debilita por estar fuera de contexto, por
ser quimérica, cuando es obsoleta, porque no combate
al sistema sino que se deja arrastrar por el mismo sistema que quiere
combatir.
Cualquier interesado en la historia de la lucha
de clases puede notar, cuando lees los acontecimientos pasados, las
referencias a la lucha contra la propiedad de los medios de
producción que las organizaciones obreras, de entonces, tanto
socialistas como anarquistas, tienen presente esa característica
definitoria, y concretamente, teóricos socialistas como Jaime Vera
se esfuerzan en hacer notar que la sociedad cambia y nada permanece
tal cual, porque la transformación es constante y continua, algo que
parece no querer entender los dirigentes políticos.
Esta consideración sobre la izquierda puede
parecer cabal, pero conviene entender que ese aislamiento es el
resultado de la indigencia teórica y política, que
supuso la traición, aunque el señor de Sousa es más amable en la
definición: Lo que sucede es que las fuerzas de izquierda tienen
una enorme dificultad en conocer las experiencias de otras fuerzas de
izquierda en otros países y en estar dispuestas a aprender de ellas.
Y continua...No están interesadas en conocer profundamente
las realidades políticas de otros países ni tampoco dan la atención
debida al contexto internacional y a las fuerzas económicas y
políticas que lo dominan. La desaparición analítica de las
múltiples caras del imperialismo es una prueba de ello. Además,
tienden a ser poco sensibles ante la diversidad cultural y política
del mundo. Esto último puede ser discutible porque no es
desinterés, es el resultado de querer dar respuesta a una situación
de contenido, claramente internacional, desde el estrecho marco
local, o como mucho, estatal, porque traspasar este marco nos
enfrenta con el sistema, como un todo, y dar respuesta a ese TODO
implica voluntad y premeditación de combatir el capitalismo y eso
requiere proponer y elaborar una alternativa, que no puede ser local
sino internacional.
Lo sitúa en 1989 con la caída del muro de
Berlín. El mundo que creó el neoliberalismo en 1989 con la caída
del Muro de Berlín terminó con la primera fase de la crisis
financiera (2008-2011) y todavía no se ha definido el nuevo mundo
que le tomará el relevo. Esto que dice me parece inexacto
porque no es que no se haya definido el nuevo mundo que tomará el
relevo, ni que se haya superado la primera fase de la crisis
económica -2008-2011- es que el discurso de la recuperación
económica es falso de principio a fin porque la desregulación que
produjo la crisis no es que se haya corregido sino que ha
habido una enorme transferencia de recursos públicos a la banca
privada, en todo el mundo, sin que se haya
movido una hoja, y claro está, con esta colosal aportación de los
más pobres a los más ricos, la raíz de la crisis, que en términos
generales, se ha suavizado, permite al capital financiero
estadounidense, presionar para acceder libremente a los mercados
nacionales que China y Rusia poseen, y como esto no ha sucedido,
porque las contrapartidas serían catastróficas, la principal causa
de la crisis sigue abierta porque para que pueda desarrollarse un
nuevo respiro, es necesario ir a una confrontación de poder y este
tipo de duelo tiene riesgos muy imprevisibles.
Lo que el señor de Sousa llama interregno, es
en mi opinión, la perdida de liderazgo que la burguesía
estadounidense dominante, que fue capaz de configurar el mundo
desde la SGM a la medida de sus interese, hasta ese
interregno, ha perdido poder de configuración global
y esta realidad ha abierto contradicciones en el seno del complejo
militar industrial, y ha continuado entre los burgueses europeos,
tradicionales aliados de la burguesía dominante estadounidense que
empiezan a encontrar dificultades disintiendo estos, de esa política
que les acota el espacio propio.
En realidad, el interregno es la crisis del
modo de producción mercantil, y la agenda explicita que él
define como el fracaso del socialismo es el reverso del fracaso de la
burocracia soviética, que el movimiento obrero no ha sido
capaz de abordar porque para poder enfrentar esa derrota hay
que reivindicar el socialismo como alternativa al modo de producción
mercantil, o acaso la enorme transferencia de recursos producidos –
el 82% de la renta global, transferida al 1% – ¿no es una
socialización inversa?, en realidad es el expolio global.
UTOPÍA
Tildar de utópico a un adversario político es
situarlo en el umbral de la irrealidad más profunda, pero la
realidad cotidiana nos ciega porque no nos permite alejarnos del
entorno para tomar perspectiva, y la cotidianidad de la lucha por la
supervivencia, en medio de la abundancia y el despilfarro nos aparta
de la posibilidad de encontrar el camino, por tanto, por utópico que
parezca la necesidad de romper políticamente con el
capitalismo es consustancial con la necesidad de buscar la
alternativa. Sin esa ruptura no hay ni habrá
alternativa creíble, y las ideas predominantes serán las de
la pequeña burguesía, precursoras de un fascismo, mantenido en
sordina, mientras la izquierda formal se deja arrastrar porque
entiende, cuando menos intuye que la alternativa significa
reivindicar lo que históricamente ha definido ser de izquierda,
reivindicar los medios de producción para el conjunto de la
sociedad, sin esa propiedad común, ser fuente de poder y legitimidad
es una frase hueca, porque los dueños del mundo la vacían de
contenido, con la ayudas de sus gobiernos y sus instituciones, y esto
si lo dice claramente, el señor de Sousa cuando escribe, La
globalización neoliberal, la desregulación, la privatización, los
tratados de libre comercio, el papel inflacionario del Banco Mundial
y del FMI se fueron desarrollando paulatinamente para erosionar el
principio del Estado, y es justo reconocer el valor
de su análisis.
Recuperar la utopía quiere decir poner
al ser humano por encima del mercado. Sin una enconada lucha
teórica por desmontar el discurso del sistema, la humanidad
es comparsa y nunca podrá ser fuente de poder y legitimidad
porque es expoliada y anulada por una élite que pretende elevarse
por encima del ser humano, y tal vez fabular con crear otro tipo
diferente.
Por eso, la constante y machacona cantinela de
la crisis, o los constantes y no menos detallados informes sobre la
corrupción social y gubernamental, sin que desde las fuerzas
llamadas a proponer y organizar una respuesta se produzcan
alternativas, tienden a adormecer a una ciudadanía que considera
normal estos hechos, porque la respuesta, limitada al lento camino de
los tribunales – pieza esencial del Estado burgués, garantizador
del dominio de la clase expoliadora –, termina por llevar al ánimo
popular la idea de que tal alternativa es imposible, cuando para que
el desarrollo sea otro, hay que empezar por llevar al ánimo del
pueblo trabajador que jamás se hará realidad la afirmación de ser
fuente de poder y legitimidad que dice la constitución, en los
países avanzados y democráticos porque, para que sea real
esa afirmación hay que empezar rompiendo la idea de que el
capitalismo, el modo de producción mercantil, el sistema es la única
solución: la transferencia del 82% de la riqueza global
producida, al 1% de los más ricos es la confirmación de un
monumental robo que nadie se atreve a explicar y desarrollar,
y esto, en estos términos es necesario teorizarlo y algumentarlo,
para llevar al ánimo del pueblo trabajador, del norte y del sur del
este y del oeste, que el sistema, el capitalismo, no ofrece ni puede
ofrecer beneficio para la humanidad. Fue una etapa del proceso
histórico y hay que ponerle el fin.
LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA
El denso y extenso articulo del señor de
Sousa, cuyo enlace dejo al comienzo, y recomiendo leer al lector
interesado, recalca cómo el capitalismo, que desde su inicio es un
sistema globalizante ha llegado a un punto cuya agenda implícita se
verifica por someter por primera vez virtualmente el mundo entero
al mismo modelo de desarrollo hegemónico (el capitalismo en su
versión neoliberal) y, por otro, transformar la democracia liberal
en el único sistema político legítimo e imponerlo en todo el
mundo...al tiempo que convierte al Estado en un sirviente, aunque
dicho en forma elegante...El objetivo fue que el Estado pasara de
Estado capitalista con contradicciones a Estado capitalista sin
contradicciones. Las contradicciones pasarían a manifestarse
en la sociedad, crisis sociales que serían resueltas como cuestiones
policiales y no como cuestiones políticas.
Este panorama vendría a confirmar en los
hechos que el mundo es una entidad de producción única,
estructurado alrededor de un mercado, en el que el capital financiero
estadounidense, aún desarrollando una presión agresiva, no ha
penetrado (Rusia, China) en la misma cuantía que lo ha hecho en la
Europa aliada, subordinada al socio dominante, y
de ahí, las enconadas contradicciones ya que los
Estados nacionales solo cumplen la función de rediles en los que
controlar masas empobrecidas – en la medida que transfieren
las contradicciones políticas y sociales, a un mercado que las
convierte en mercancías – por eso la sucesión de frecuentes
cumbres gubernamentales a niveles de jefes de Estados y de otro tipo
de funcionarios es lo que convierte las crisis económicas,
políticas, sociales en problemas policiales, no pudiendo ser
respondido por la izquierda, no porque las izquierdas se
nieguen a prender unas de otra, sino porque el intento de
coordinación de las políticas económicas, sociales les
convertiría, automáticamente, en el objetivo a batir, como la
reencarnación del comunismo redivivo
y la relativa placidez del parlamentarismo electoral se
convertiría en una lucha abierta, aún con los instrumentos
pacíficos y democráticos, en la política de clase contra clase.
La intensa comunicación de la burguesía
liderada por el capital financiero del complejo militar industrial de
EEUU, evidentemente, no puede ser respondido por una izquierda
deslocalizada
sino que la coordinación debe ser el paso inicial
para responder con una política capaz de cortar el negocio de la
fabricación de armas como un chantage, una extorsión,
a la humanidad, y ese
paso inicial ha tenido, históricamente el contenido y
la forma de una internacional.
Aprender de la historia significa notar el desprecio del
poder por la vida humana
subordinándola a satisfacer los intereses y caprichos del poder. La
izquierda, y su más consecuente metodología militante – el
marxismo – tiene que liderar ese enfrentamiento porque es imposible
avanzar sin objetivos. Tras los cantos laudatorios a la salida de la
crisis iniciada en 2008 – sin otra medida que la transferencia de
dinero público a la banca privada –, el desplome del índice
bursátil Dow Jones en Nueva York, revela que mientras la
desregulación financiera no tenga límites, la necesidad del capital
financiero de empobrecer al 99% para dominar y subyugar equivale a
permitir el asesinato, el holocausto de la mayoría, a manos de una
élite. Solamente por cobardía, pereza mental e ideológica para
exigir la necesidad de poner coto a la ambición de una élite, se
puede interpretar el silencio de la izquierda. Controlar
y gravar el capital financiero es imprescindible como garantía y
salvaguarda de la HUMANIDAD.
Los nuevos
tiempo generan nuevos elementos generadores de conocimientos, de
nuevas experiencias y nuevas posibilidades, en suma, elementos
generadores de riqueza.
Las comunicaciones, la informática, internet,
han generado una enorme base de datos – Big Data –, en si misma,
riqueza, pero en la medida que su control queda en manos de grandes
corporaciones privadas, su análisis, estudio y proyección es un
arma poderosa que la empresa privada depositaria de esa información
cede o vende sin contrapartida. La izquierda ha de luchar por la
recuperación de esa base de datos puesta bajo control de una
autoridad internacional – podría ser la ONU –, pues esa base
podría ser interpretado como compendio, resumen del
individuo colectivo social,
y por tanto, su mercantilización ha de ser impedida, igual que por
ley el adn humano tendría que ser patrimonio del conjunto.
En resumen,
la izquierda ha de ser capaz de dirigirse abiertamente a la clase
obrera, al pueblo trabajador, diciéndole sin ambages, que
sin acabar con el capitalismo
no existen soluciones a los problemas, ni económicos ni sociales, ni
nacionales ni internacionales, porque en las entrañas económicas,
sociales y políticas del modo de producción mercantil está la
necesidad de arrebatar la mayor cantidad de beneficio personal,
ganancia, plusvalía, renta, y ese virus, en la
actualidad ya no es
condición de progreso social sino la más mortífera condición de
insolidaridad, hostilidad y agresión, y posiblemente, de regresión
calamitosa.
Luchar por
el socialismo, controlando, regulando y gravando al capital es la
condición inexcusable para que los pueblos sean fuente de
legitimidad, conscientes y de poder, consecuente. Ningun poder
personal por encima del pueblo, de la sociedad. RECUPERAR LA UTOPÍA
ES LA CONDICION.
jmrmesas
seis de
febrero de dos mil dieciocho
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