LA
DESCOMPOSICIÓN
DEL
CENTRO DEL COMPLEJO MILITAR-INDUSTRIAL
COMO
DIRIGENTE DEL CAPITALISMO MUNDIAL
UNA
AGONIA LENTA ANTE LA CARENCIA DE ALTERNATIVA
El
título es muy largo pero describe muy claramente la característica
de nuestra época presente en su totalidad. El subtitulo no deja
lugar a dudas de qué, se trata, pues las vicisitudes que el
presidente de EEUU ha pasado para lograr salvar el déficit
presupuestario significa que la situación interna de Estados
Unidos, preocupa más a la gran burguesía del complejo
militar-industrial, que la dirección de los asuntos del mundo, que
hasta no hace mucho, centraba su atención, ya que, para mayor
abundamiento no ha convencido ni al Fondo Monetario Internacional, ni
a Standard and Poor´s.
Tal
cosa no hace más que confirmar mis conjeturas sobre la
descomposición del sistema capitalista, pero mientras sean solo mis
conjeturas, el sistema se puede fumar un puro, y has dos, porque lo
que preocupa al sistema es que este tipo de conjeturas se extiendan
más allá de la cabeza de un bloguero jubilado, y el caso es que, en
más de una cabeza empiezan a atarse cabos que forman una madeja
de afrentas a la decencia, a la honradez, a la
justicia, a la verdad, a la humanidad, pues
desde múltiples posiciones se denuncian los desmanes de las grandes
empresas y bancos sin extraer, no obstante, conclusiones, tal vez, porque de
extraerlas, lo aterrador es comprobar que no existe más alternativa
que el socialismo, y esta denominación está vacía de contenido, y
llena de la inmundicia que los expropiadores del mundo, ese
escaso y reducido uno por ciento, han echado sobre un concepto,
históricamente, aterrador para ellos.
Salvo
excepciones honrosas, nadie menciona las cosas por su nombre, así
que empezaré por situar mi punto de vista de por qué el capitalismo
se descompone sin que nadie quiera ver la aterradora -también podría
ser, esperanzadora y prometedora- realidad. Partiré, en esta
reflexión del hecho más determinante, que es la
preponderancia de la economía especulativa sobre la economía
productiva, aunque
bien se que esta afirmación, sin datos estadísticos que lo
corroboren, que están
fuera de mi alcance,
será más un ejercicio de especulación intelectiva, que la palpable
prueba de los datos oficiales, pero como muestra la
SWIFT,
una sociedad internacional que enlaza a los bancos de más de 200
países gestionando mensajes de ordenes de pago en 2011 de más de 19
millones en sus días de mayor tráfico, y si en 2001 estos mensajes
supusieron 6 000 000
000,00 de dólares
estadounidenses,
al día,
con un tráfico de mensajes menor, el crecimiento del número de
mensajes por día, desde entonces, en continuo aumento, me hace
suponer que el volumen de dinero ha tenido que crecer en proporción
al crecimiento del número de mensajes, pues solamente el mercado de
divisas -FOREX- movía diariamente, casi cuatro billones de dólares.
No
es descabellada la afirmación de que el volumen de la economía
especulativa cambió de ser el veintitantos por ciento en 1970 a ser
este porcentaje el que corresponde actualmente a
la economía productiva,
y para lograr esta hazaña
bélica contra
la humanidad fue
necesaria la combinación de factores conjugados de la eminencia
teórica de F. Hayek,
M. Friedman, entre los más destacados economistas acérrimos
defensores de la libertad de mercado, la capacidad y potencia
política de dos monstruos
de la talla de M.
Thatcher y R. Reagan y la nada desdeñable colaboración de la
coexistencia
pacífica del
estalinismo para
hacer retroceder al movimiento obrero echándolo en los brazos de la
socialdemocracia vendida a la burguesía, cuyo resultado es este pozo
de incuria teórico y político que intoxica las mentes de los
dirigentes políticos de la izquierda, aún empeñados en considerar
la posibilidad de encontrar salidas sin romper con el sistema, porque
este ha conseguido reducir el coste laboral a límites de
subsistencia absoluta, y esto que digo está sacado de un documental
basado en el libro (La Corporación, del autor Joel Bakan), el
documental, visible en
youtube
es la demostración, otra más, de que el superimperialismo
no es, en la actualidad, una frase sin sentido sino una categoría
teórico política que demanda y determina una respuesta en la
organización de la lucha de clases, porque es la prueba real del
poder del capital financiero internacional para configurar
la acción política de los Estados a la medida de los intereses
privados del capital financiero internacional.
Este límite para fijar salarios de subsistencia se evidencia
cuando el investigador muestra una camiseta fabricada para Nike,
vendida a 14,99 dólares y pagada a los trabajadores, en este caso,
niñas costureras a 3 céntimos de dólar la prenda, o una chaqueta
de marca, vendida a 178 dólares, pagada
a los trabajadores a 74 céntimos de dólar, y no solamente son
prendas, sino que toda la producción deslocalizada
sigue la misma pauta,
con lo que todos los que hablan de competitividad,
deben de ser desautorizados y catalogados de traidores, porque ni es
posible ni deseable, semejante nivel de competitividad, porque esto
no es explotación sino trabajo
esclavo comparable al desarrollado en los campos de exterminio nazis.
El
documental, quiere demostrar que el nivel de eficiencia enfermiza,
perseguido por las empresas multinacionales y sus directivos es de
una inhumanidad patológica, como cuando un broker narra como la
primera idea que le pasó por la cabeza, al conocer el ataque a las
torres gemelas, el once de septiembre de 2001, fue pensar en la
subida que experimentaría el mercado del oro, o el cinismo de la
directora del Iniciative Media Worlwide, dedicada al estudio y
asesoramiento de la publicidad para la empresa, cuando se jacta de
haber conseguido convertir a los niños en eficientes instrumentos de
presión para hacer que los padres satisfagan los objetivos de las
empresas dedicadas a la producción para niños, o el no menos cínico
y abyecto argumento del presidente del Fraser Institute, un thinktank
inventado para glorificar la propiedad privada, sobre el favor que se
les hace a los países subdesarrollados cuando una multinacional se
instala en su territorio (en ese momento me acorde de Bhopal y de la
multinacional Unión Carbide). No trato de presentar lo malvado
del sistema, ocioso por demás,
sino el grado de corrupción de las relaciones de producción,
destinadas a extraer hasta la más mísera moneda de los bolsillos
del ciudadano corriente para volcarlas en los bancos y ocultarlas en
los paraísos fiscales, y con este grado de refinamiento contable, y
desde este grado de refinamiento administrativo, no es posible
remontar la crisis en la que estamos hundidos, porque una producción
capaz de movilizar masas de trabajadores solo sería posible
redimiendo a los millones de seres humanos que sobreviven con menos
de un dólar diario y esto no lo hará el superimperialismo porque es
peligroso, a menos que intentase alguna suerte de aventura militar.
ORGANIZAR
LA ALIANZA INTERNACIONAL
La economía es una actividad íntimamente ligada a decisiones arbitrarias de los poderosos que la manejan, y como se pone de manifiesto en el transcurso de esta crisis, las decisiones favorecen a los banqueros y perjudica a los ciudadanos y trabajadores, y si algún militante de izquierda trata de encontrar explicaciones que le permitan defenderse, no encontrará respuestas en los dirigentes oficiales porque no las dan, porque la respuesta no es hacer gala del lenguaje técnico, véase sino el articulo de Borrell, un inteligente socialdemócrata, que pasa olímpicamente de la lucha partidaria, sin hacer mención del experimento europeo del fascismo griego, sino luchar por demostrar que dentro del sistema no existe más que un constante aumento de las penalidades porque el sistema ha aprendido a hacer dinero sin hacer cacharros, y que venden humo porque todo colabora para que se compre humo, mientras se hunde el psoe, en España -pronosticado por mi, a raíz de su congreso, aquel que enfrentó fraternalmente a Rubalcaba y Chacón, decía entonces, que la socialdemocracia habría de escoger entre defender a la ciudadanía y romper con los mercados, o hundirse con ellos-, y la socialdemocracia en Europa, pese a la buena voluntad de François Hollande que pretende subir los impuestos a los ricos sin movilizar a la ciudadanía.
Esta nueva etapa del capital financiero internacional, el superimperialismo, capaz de dictar la política a los gobiernos, ha de ser respondida con el mismo método de sumar las fuerzas de la ciudadanía internacional para imponer políticas útiles a la sociedad y no al escaso y reducido uno por ciento de multimillonarios evasores de impuestos, porque dentro del sistema capitalista no existe futuro, como lo atestiguan tres mil quinientos millones de seres humanos destinados a trabajar esclavizados y buscar comida en los vertederos, y este paso demanda dirigentes políticos de izquierdas comprometidos y dispuestos a romper con el sistema, y eso significa un programa para la acción, un programa que comience por reclamar el modo de producción de mercancías para ponerlo al servicio de la sociedad, y no al servicio del mercado.
Este programa cuya reivindicación para reclamar el modo de producción según modelos de colaboración y solidaridad y no de competitividad esclavista, debería de contener tres reivindicaciones claras y diáfanas, erradicación de los santuarios financieros, -paraísos fiscales-, reclamando el retorno de los dineros ocultos para ponerlos al servicio de la sociedad mediante la potenciación de políticas de enseñanza pública, gratuita y de calidad, políticas favorables a la investigación científica en proyectos que faciliten y abaraten la producción de energía eléctrica, a partir de proyectos que respeten el medio ambiente, en primer lugar, porque ha sido, ocultando el dinero generado socialmente, en los paraísos fiscales, como el capital financiero internacional se ha fortalecido adquiriendo el poder de dictar la política a los Estados y gobiernos zafándose de la regulación de normas que les constriñeran.
En segundo lugar, y como complemento de la primera reivindicación, organizar la movilización internacional negando las deudas públicas y exigiendo su condonación porque ha sido combinando salarios de miseria y evadiendo impuestos como, el capital financiero internacional ha llegado a ser capaz de organizar las finanzas mundiales para someter a los Estados con la complicidad cobarde de los gobiernos sucesivos, por lo tanto, negar las deudas, exigir su condonación es una reivindicación de justicia histórica.
En tercer lugar, y dado el profundo y extenso entramado de la economía mundial, habría de consensuarse una medida de valor capaz de homogeneizar en una moneda mundial, unas nuevas relaciones de producción, que permitiera que la principal reivindicación -poner el modo de producción mercantil al servicio de los seres humanos, según modelos de solidaridad y colaboración- facilitara los métodos de producción mediante la cooperación internacional.
Europa es un compendio de contadicciones, todas subsanables porque estas contradicciones pudieron salvarse saltando el océano Atlántico, y este continente, Europa, encierra el potencial humano necesario para abordar un cambio histórico, el primero en el que conscientemente un contingente humano proyectaría un futuro en cooperación y armonía, y eso querría decir, que esta Europa, que no nos sirve, habría de cambiarse luchando por los Estados Unidos de Europa, y si allende el océano fue la burguesía capaz de configurar y modelar los Estados Unidos de América del Norte, en el viejo continente europeo, desde Gibraltar hasta los Urales, ha de ser la ciudadanía trabajadora la que dirigiese el vasto proyecto, porque el capitalismo nació en Europa, y aquí debe ser enterrado, y esta enorme tarea requiere una élite de nuevos dirigentes políticos, que al menos, intelectualmente hayan roto los lazos con el sistema, y asuman la responsabilidad de proponer y luchar por estos objetivos. La tarea será a vida o muerte, pero el futuro que prevén los mercados es una sucesión calamitosa, porque el centro, Estados Unidos, empieza a perder poder y liderazgo, y nada parece que pueda tomar su lugar.
Nada más erróneo que suponer que los intereses de las diversas burguesías que componen en núcleo duro del superimperialismo es homogéneo, ni nada más alejado que considerar que el desarrollo desigual y combinado, pese a haber experimentado una considerable homogeneidad, no sigue siendo fuente de desajustes y tensiones, pero igualmente, pensar que la mundialización de la economía no tiene ninguna relevancia en la capacidad de solventar los desajustes, que de continuo se producen entre las diversas facciones del capital financiero internacional, es un desatino mortal porque toda la superestructura creada en las últimas décadas, tejiendo acuerdos a través de instituciones oficiales y privadas, y el hecho determinante de sentar consejeros que comparten funciones en diversas empresas y bancos, contribuye a suavizar los desajustes de tal manera que hace muy difícil, suponer que la situación internacional se descontrole a causa de los desacuerdos que se producen entre las diferentes facciones del capital financiero.
La economía es una actividad íntimamente ligada a decisiones arbitrarias de los poderosos que la manejan, y como se pone de manifiesto en el transcurso de esta crisis, las decisiones favorecen a los banqueros y perjudica a los ciudadanos y trabajadores, y si algún militante de izquierda trata de encontrar explicaciones que le permitan defenderse, no encontrará respuestas en los dirigentes oficiales porque no las dan, porque la respuesta no es hacer gala del lenguaje técnico, véase sino el articulo de Borrell, un inteligente socialdemócrata, que pasa olímpicamente de la lucha partidaria, sin hacer mención del experimento europeo del fascismo griego, sino luchar por demostrar que dentro del sistema no existe más que un constante aumento de las penalidades porque el sistema ha aprendido a hacer dinero sin hacer cacharros, y que venden humo porque todo colabora para que se compre humo, mientras se hunde el psoe, en España -pronosticado por mi, a raíz de su congreso, aquel que enfrentó fraternalmente a Rubalcaba y Chacón, decía entonces, que la socialdemocracia habría de escoger entre defender a la ciudadanía y romper con los mercados, o hundirse con ellos-, y la socialdemocracia en Europa, pese a la buena voluntad de François Hollande que pretende subir los impuestos a los ricos sin movilizar a la ciudadanía.
Esta nueva etapa del capital financiero internacional, el superimperialismo, capaz de dictar la política a los gobiernos, ha de ser respondida con el mismo método de sumar las fuerzas de la ciudadanía internacional para imponer políticas útiles a la sociedad y no al escaso y reducido uno por ciento de multimillonarios evasores de impuestos, porque dentro del sistema capitalista no existe futuro, como lo atestiguan tres mil quinientos millones de seres humanos destinados a trabajar esclavizados y buscar comida en los vertederos, y este paso demanda dirigentes políticos de izquierdas comprometidos y dispuestos a romper con el sistema, y eso significa un programa para la acción, un programa que comience por reclamar el modo de producción de mercancías para ponerlo al servicio de la sociedad, y no al servicio del mercado.
Este programa cuya reivindicación para reclamar el modo de producción según modelos de colaboración y solidaridad y no de competitividad esclavista, debería de contener tres reivindicaciones claras y diáfanas, erradicación de los santuarios financieros, -paraísos fiscales-, reclamando el retorno de los dineros ocultos para ponerlos al servicio de la sociedad mediante la potenciación de políticas de enseñanza pública, gratuita y de calidad, políticas favorables a la investigación científica en proyectos que faciliten y abaraten la producción de energía eléctrica, a partir de proyectos que respeten el medio ambiente, en primer lugar, porque ha sido, ocultando el dinero generado socialmente, en los paraísos fiscales, como el capital financiero internacional se ha fortalecido adquiriendo el poder de dictar la política a los Estados y gobiernos zafándose de la regulación de normas que les constriñeran.
En segundo lugar, y como complemento de la primera reivindicación, organizar la movilización internacional negando las deudas públicas y exigiendo su condonación porque ha sido combinando salarios de miseria y evadiendo impuestos como, el capital financiero internacional ha llegado a ser capaz de organizar las finanzas mundiales para someter a los Estados con la complicidad cobarde de los gobiernos sucesivos, por lo tanto, negar las deudas, exigir su condonación es una reivindicación de justicia histórica.
En tercer lugar, y dado el profundo y extenso entramado de la economía mundial, habría de consensuarse una medida de valor capaz de homogeneizar en una moneda mundial, unas nuevas relaciones de producción, que permitiera que la principal reivindicación -poner el modo de producción mercantil al servicio de los seres humanos, según modelos de solidaridad y colaboración- facilitara los métodos de producción mediante la cooperación internacional.
Europa es un compendio de contadicciones, todas subsanables porque estas contradicciones pudieron salvarse saltando el océano Atlántico, y este continente, Europa, encierra el potencial humano necesario para abordar un cambio histórico, el primero en el que conscientemente un contingente humano proyectaría un futuro en cooperación y armonía, y eso querría decir, que esta Europa, que no nos sirve, habría de cambiarse luchando por los Estados Unidos de Europa, y si allende el océano fue la burguesía capaz de configurar y modelar los Estados Unidos de América del Norte, en el viejo continente europeo, desde Gibraltar hasta los Urales, ha de ser la ciudadanía trabajadora la que dirigiese el vasto proyecto, porque el capitalismo nació en Europa, y aquí debe ser enterrado, y esta enorme tarea requiere una élite de nuevos dirigentes políticos, que al menos, intelectualmente hayan roto los lazos con el sistema, y asuman la responsabilidad de proponer y luchar por estos objetivos. La tarea será a vida o muerte, pero el futuro que prevén los mercados es una sucesión calamitosa, porque el centro, Estados Unidos, empieza a perder poder y liderazgo, y nada parece que pueda tomar su lugar.
jmrmesas
seis de enero de dos mil trece
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